30 diciembre 2011

El sublevamiento injusto

Sé que este tema es un poco puntilloso y dramático, pero no por ello hay que dejarlo en el olvido, sino todo lo contrario. Aún hay que cuestionar muchas acciones relacionadas con la guerra civil española. En este texto me voy a centrar en la legitimidad del sublevamiento del bando nacionalista y si estos hechos son positivos.

El 16 de febrero de 1936 se celebran las terceras elecciones democráticas de la Segunda República donde la coalición de izquierda, el Frente popular, salió victorioso, es decir, el pueblo lo eligió legítimamente.

Los cuatro meses de gobierno del Frente popular fueron los últimos de la república en paz. En ese corto periodo de tiempo, el retorno de la izquierda al poder trajo aparejada la recuperación de los programas reformistas del primer bienio republicano. Pero ahora las circunstancias habían cambiado, y la derecha derrotada en las urnas no estaba dispuesta a mantener las reglas del juego democrático. La trama golpista de militares y civiles, nunca abandonada desde 1931, iba a tomar nuevos bríos y culminaría rápidamente en una sublevación y en el inicio de la guerra civil española.

El programa reformista comenzó a palparse rápidamente con la liberación de presos políticos, con la restauración del Estatuto de Cataluña y la reforma agraria, retomando medidas contra la Iglesia. A raíz de esto se gestaba una crisis política y social, que durante el transcurso del tiempo enfrentaba a muchos trabajadores que esperaban cambios sociales rápidos y revolucionarios, frente a la población católica y sectores empresariales, que apostaban por una salida autoritaria que terminase con la república parlamentaria.

En marzo, comenzaba a prepararse un golpe de estado para derrocar al Frente popular. Y el gobierno, que conocía la conspiración, creyó eliminarla al enviar a diferentes generales como Mola (Pamplona), Franco (Canarias) o Goded (Baleares) a destinos periféricos. Mola dirigiría la insurrección y contaría con el apoyo de los Carlistas y falangistas. El 12 de julio fue asesinado el oficial socialista de la guardia de asalto José Castillo. Como represalia, sus compañeros secuestraron y mataron al dirigente monárquico Calvo Sotelo. Esto decidió que muchos derechistas se sumasen a la sublevación. El día 17, la guarnición de Melilla se sublevó. Suponía el chispazo que horas después se extendería a todo el país; se iniciaba así una terrible guerra civil.

Sin entrar en el conflicto de la guerra, debemos centrarnos en la legitimidad del bando nacionalista para sublevarse contra el Frente popular, elegido democráticamente, contra parte de la sociedad, y en definitiva contra su país, España. Los sublevados en vez de seguir la vía legal decidieron llegar al poder por la fuerza, con el uso de las armas y creando una guerra civil que se podía haber evitado.

Pero si transportamos este hecho a la actualidad, podríamos denominarlo como terrorismo, al igual que ETA. Y es que tanto los sublevados como los etarras, estaban en contra del país, utilizando las armas para imponer sus ideas. Se denominaban salvadores de sus territorios, pero no se daban cuenta de que mataron a muchas personas inocentes por tener ideologias diferentes a las suyas. Y si eso es salvar a tu país, mal empezamos. Franco implantó un régimen totalitario, una dictadura cuya espina dorsal sería un ejército monolítico y un partido único. Franco sería generalísimo, jefe de gobierno y jefe de estado y “solo respondería ante Dios y ante la Historia. Legislaba según creía que era lo mejor para sus ideas, para la Iglesia, para la patria y para si mismo. Es decir era la anarquía de Franco y sus partidarios, ya que las leyes estaban para el resto de la población. Además utilizaban a los presos políticos para la construcción de monumentos, como el Valle de los Caídos (solo los caidos del bando franquista), para carreteras, presas, y demás estructuras estatales. Es decir, eran esclavos que trabajaban bajo unas condiciones infrahumanas y muchos de ellos morían por accidentes laborales que no tenían repercusión alguna. Y no es necesario mencionar los evidentes asesinatos y fusilamientos después de la guerra.

¿De qué ha servido esta dictadura, como la de Hitler o Mussolini?, ¿de qué ha servido el comunismo en Rusia, en Cuba, en China, en Corea del Norte? A mí me ha servido para darme cuenta de que la liberación de un pueblo no puede llevarse a cabo por la fuerza e implantando otro régimen igual o más autoritario. Que la injusticia se apodera de todo, y la libertad se vuelve a ver privada y se refiere a meras palabras que no se practican.Propaganda. Todo ello gracias no a las ideologías, sino a la condición del ser humano y su ignorancia, al fanatismo, a la falta de personalidad, a la conformidad, al odio, al egoísmo, en definitiva a la incultura.

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